Crónicas

PATRULLA DE FRONTERAS

¿Quién dice que Halloween no es una fiesta?

–Una vez más…¿Por qué diablos tuvimos que dejar todo y venir hasta aquí justo esta noche? Después de lo que pasamos, pensé que tendríamos un descanso.
Gabriel Fontdevié lanzó al aire una gruesa rama y, solo por diversión, la partió en dos con su ahora famoso espadón cuando iba cayendo. El resto lo miró con reprobación.
–Justamente por todo eso es que teníamos la obligación de asistir –explicó con cierto hastío la Maga Azul–. A pesar de haber terminado con esa amenaza, todavía tenemos que lidiar con otras consecuencias de la Caída de la Barrera… Y esta no es menor.
–Y agradeceremos eternamente su presencia –intervino el viejo duende que descansaba tranquilamente sentado en una roca–. Temo que algunos tendrán que aprender por las malas que, incluso en esta noche, deben comportarse.
–Yo aún no entiendo muy bien de qué va la cosa… –se sinceró Tatsúo –¿Qué tiene que ver Halloween con todo esto? Aún en Japón conocemos eso de las calabazas y el “dulce o truco”, pero…
–Pero te estás quedando en la superficie –Explicó Eduardo, el Caballero Escarlata, desde su propio asiento en otra piedra –. All Hallow’s Eve, la Víspera de Todos los Santos cristiana, se superpuso a la antigua celebración celta del Samhain o Samaín. Esta fecha siempre tuvo una importante carga mágica…
–Es correcto –siguió el duende que no era otro que Liam O’Grady, el consejero del clan que cohabitaba la granja de los O’Maley, en el norte de Irlanda–. En esta noche, las barreras entre mundos se debilitan: Se abren las grutas de las hadas, estas pueden tomar esposo mortal, los espíritus difuntos pueden caminar entre los vivos, los druidas y brujas pueden hacer mejores encantamientos y hechizos y los que ahora llaman “palaniari”, como Morrigain, están en la cúspide de su poder… pero también “un poco ebrios” con tanta magia. Esta es una noche poderosa, Tecnosamurái… Y algunos entes malignos van a intentar aprovecharse… O, por lo menos, eso me dijeron.
–Por lo que es nuestro deber convencerlos de que eso es una mala idea –remató Nikolai –. Tenía otros planes, como todos, pero debemos hacer lo que debemos hacer. A esta altura, no tengo la menor duda.
–Ya sabes cómo es esto –sonrió Liz, mostrando los colmillos –: Acabas con una alimaña grande y las más pequeñas intentarán ser los nuevos reyes de la pila de bosta. El mismo viejo cuento.
–Y, por lo que veo, tu parte vampira también está más activa –señaló la Leona Gris a su amiga.
–Me costó un poco, pero soy lo que soy… –la escocesa se encogió de hombros – Esta siempre fue una de las ocasiones en las que me “sentía cómoda” fuera de la Orden. Súmale el ejercicio y ya tenemos la fiesta completa.
Günther la miró un instante con una indescifrable expresión y un suspiro, pero no dijo palabra. Eduardo le hizo un guiño cómplice.
–Bueno, entiendo eso, pero… ¿Por qué aquí? –insistió Gabriel.
–Por eso –replicó el Chaman Verde señalando al conjunto de menhires y dólmenes que el atardecer teñía de rojo a unos metros de ellos –. Este crómlech no es Stonehenge, pero es también una puerta a otros mundos.
–Una muy vieja y muy importante –aportó el duende.
Se encontraban en las afueras del terreno de Padraig O’Maley, un poco al sur, frente a lo que tal vez fuera el círculo de piedras megalítico más viejo del país, llamado por los locales Crosbhealaigh, “el cruce de caminos”. Los duendes les habían hecho llegar a través del granjero un mensaje de suma urgencia que los había impulsado a dejar sus nuevas obligaciones y acudir allí ese 31 de Octubre, armados y listos para la pelea.
–A través de esta puerta se puede llegar a muchos mundos… –continuó Liam– y algunos no son agradables. Como ya sabrán, hay muchas clases de aes sídhe o hadas, no todos amistosos. Según me dijeron mis amigos “del otro lado”, hay un grupo de inadaptados que tratará de usar la magia de esta noche para establecerse aquí: Leprechauns, clurichauns, banshees, cait sithe y otros pendencieros, liderados por un    dullahan que se hace llamar An Fear Dorcha, “el hombre oscuro”…  y ha conseguido reunir una buena cantidad de sluagh sídhe o espíritus sin descanso, que usa como fuerza de choque.
–Perdón… –lo cortó el japonés– ¿Qué es un dullahan?
–Ustedes los conocen como “jinete sin cabeza”. Malos bichos, muy malos… Este fue creado hace unos seiscientos años, era un mal nacido que en vida arrasó aldeas completas y no respetaba a nadie… y siguió igual después de su muerte.
–Con ese currículum, debe ser el alma de la fiesta en el infierno… –suspiró Naomi.
–Al infierno es a donde debemos enviarlos –afirmó Adrianne– para que no vuelvan a tener esa clase de ideas. El sol ya se pone y siento que la magia aumenta. ¿Listos?
–Siempre estoy listo para una buena batalla, tía –sonrió el español preparando su rastag–. Y hace un tiempo que no tenemos una. Aunque, después de la última, creo que esta solo será una escaramuza.
–Que no se te suba a la cabeza la fama, “matador de dragones” –lo regañó Nikolai, preparando también sus armas.
Apenas las tinieblas se expandieron completamente por el campo las piedras prehistóricas comenzaron a emitir una tenue luminosidad, una especie de reflejo lechoso que las hacía ver como grandes fantasmas. El viejo duende se encaramó a una roca tras la cual estaría cubierto y los nueve amigos se aprestaron, con todo su armamento antiguo y moderno.
Un conjunto de tres piedras clavadas verticalmente con una cuarta a modo de techo que formaba un imponente túmulo se destacaba ya por su brillo más intenso, indicando que acababa de abrirse una puerta a los mundos mágicos.
Primero aparecieron algunos duendes de las variedades conocidas como leipreachan y clurichaun, que se sorprendieron al ver a la Orden en pie de guerra. Tras estos siguieron dos banshees, cuatro hadas de aspecto poco confiable y una densa niebla gris brillante, que se abrió en medio centenar de espíritus torturados de asesinos y otros que, por sus pecados, no alcanzaban el descanso eterno. Entre sus piernas gruñían una docena de cait sithe y coin sithe –los gatos y perros infernales que los torturaban– mostrando sus espantosos colmillos.
–¿Vamos por ellos? –preguntó el japonés desenfundando su katana.
–Todavía no… –lo frenó Eduardo con una aviesa sonrisa– Falta el jefe.
Como corroborando sus palabras el espantoso grupo se abrió en dos despejando la entrada al túmulo, por la que apareció un gran caballo negro de ojos rojo brillante.
Sobre su lomo iba un cuerpo decapitado, íntegramente vestido de negro. La cabeza descansaba bajo el brazo izquierdo, que sostenía indolentemente las riendas mientras la mano derecha empuñaba un hacha de combate de mango largo y hoja estrecha pero muy afilada. Con un ágil movimiento la dejó en la funda de la silla de montar, tomó su cabeza y la alzó ante ellos.
–¡Mortales! –gritó– ¡Esta es nuestra noche y venimos a reclamar nuestra tierra!
–No es su noche… –replicó Luke, mostrando su propio tomahawk –Y esta no es su tierra. Vuelvan por donde vinieron y podrán decir que volvieron.
Los duendes lanzaron fuertes carcajadas y los espíritus malditos se agitaron.
–No bromeamos –siguió Eduardo– Este es nuestro único aviso. La tierra de los hombres está protegida y no vamos a dejar que usen esta noche para usurparla.
–¡Tontos! ¡Entonces, haré que se unan a mis huestes malditas!
El jinete hizo una seña, los perros infernales aullaron y los espíritus fueron hacia ellos.
Pero los Metaviajeros ya estaban preparados: Pusieron sus rastags en lo que Gabriel había bautizado con cierto humor la “modalidad Cazafantasmas” y seis poderosos chorros de energía se estrellaron contra aquella masa de espectros, destruyéndolos en un solo golpe. Luke, que como siempre prefería no usar las armas modernas, despachó a un sith que había saltado sobre él de un solo hachazo y Adrianne convocó un fuerte viento mágico que hizo retroceder a dos cait sithe, dispersó la bruma en la que se habían transformado los fantasmas e impidió que las banshees lanzaran sus gritos.
Viendo que su fuerza de choque era diezmada tan fácilmente, el jinete sin cabeza estalló en un grito de furia y arengó al resto de sus huestes, que se adelantaron con su aspecto más amenazante.
Sin embargo, los Metaviajeros ya habían vivido demasiados horrores como para retroceder ante un puñado de criaturas: Una vez libres de los espíritus tomaron sus armas convencionales y avanzaron a su vez, hiriendo sin piedad.
Eduardo desenvainó a Dhènisënk y esperó a pie firme al dullahan, interceptando en el aire su hacha de guerra y partiéndola en dos. El caballo siguió su carrera echando fuego por los hollares pero se topó de frente con uno de los hachones gemelos del Artesano Dorado, que le cercenó una pata haciéndolo rodar con jinete y todo.
–¡Es imposibleeeee! –gritó la cabeza mientras volaba por los aires.
El cuerpo del jinete se repuso, desenfundó un sable y volvió a la carga contra el Caballero, que volvió a detenerlo. Se trabaron en un furioso combate.
Liz, en tanto, había dejado que su parte de guerrera vampira tomara el control, saltando sobre las banshees con los colmillos desplegados y cercenándoles el cuello antes de que siquiera pudieran tomar aire. Apenas había terminado con eso cuando le arrancó la cabeza a un clurichaun que intentaba atacarla con una pesada maza.
La Maga y el Chamán despacharon con presteza a los animales infernales, que a pesar de su forma de gatos y perros eran seres de gran poder y maldad. La francesa bloqueó su magia con su propio poder y, ya contenidos, Luke los abrió en canal con rapidez a despecho de un par de mordidas y arañazos que sufrió. Luego Günther lo curaría.
Gabriel, como siempre, era un ejército de un solo hombre: Atacó al grueso de duendes con su temible espadón en la diestra y el rastag portátil en la mano izquierda, haciendo una verdadera carnicería a la que luego se sumaron el ruso y el japonés gritando “que no fuera egoísta y les dejara alguno”.
El Sanador Púrpura, en tanto, recorría los alrededores del campo buscando entre los arbustos y matas, revolviendo con su bastón en la semioscuridad que lo rodeaba.
Finalmente sintió un “¡Auch!” mientras golpeaba algo más blando que una roca y se inclinó para recogerlo… Alzándose con la cabeza del dullahan. Su propia mano comenzó a brillar.
–¡Suéltame! –gritó el decapitado –¡O sufrirás mi maldición!
–Lamento informarte que mi poder me protege del tuyo… –replicó el alemán con su calma habitual. Después, giró hacia Eduardo, que todavía luchaba con el cuerpo.
–¡Eh, Caballero! ¿Vas a andar perdiendo por ahí pedazos de tu oponente?
–Si es demasiado desordenado …–respondió el argentino con una sonrisa mientras, en un certero mandoble, le cortaba el brazo derecho al cuerpo a la altura del codo.
La cabeza gritó de dolor y el cuerpo cayó de rodillas. Tatsúo corrió hacia ellos, katana en mano.
–¡Eh, doc! ¡Lánzalo hacia aquí!
Günther revoleó sin contemplaciones la cabeza y, tras un breve vuelo, esta se clavó por el cuello en la punta de la hoja del Tecnosamurái. Entonces Eduardo se volvió hacia allí y la partió al medio con otro formidable golpe de su invencible espada, capaz de “matar” incluso a un espíritu maldito.
Apenas la cabeza se abrió como una calabaza madura el cuerpo y el caballo se disolvieron en una viscosa sustancia negra. El resto de la ya muy mermada hueste infernal, al ver caer a su jefe, dio por perdida la batalla y puso pies en polvorosa, metiéndose a toda prisa en el túmulo.
Adrianne recitó un encantamiento sellador y de su báculo partió un rayo que impactó directamente en la abertura, sellando la puerta dimensional.
El campo alrededor del crómlech había quedado sembrado de restos que comenzaron a volverse polvo. Liam O’Grady apareció desde su refugio, silbando de admiración.
–Caray, sí que se han vuelto buenos en lo suyo…
–Como dije, esto ni siquiera puede ser llamado “batalla” –se quejó Gabriel mientras enfundaba su espadón –. Pero no niego que fue buen ejercicio.
–Entonces, Arcángel, supongo que querrás reponer fuerzas. Vengan, el clan ya debe tener la cena lista y los niños O’Maley deben estar atiborrándose de golosinas. Es lo menos que podemos hacer por ustedes.
–¿Y por qué no? –sonrió Tatsúo –He escuchado mucho de las fiestas de Halloween, es hora de que vaya a alguna.
–Y esperemos que dure más que esta… –refunfuñó Nikolai, guardando sus hachas.
–Bueno, che, a ustedes no los conforma nada… –rió Eduardo, coreado por el resto –Okey, ya que estamos acá, aprovechemos la cena.
Y la Orden emprendió el camino hacia la granja, guiados por el viejo duende.

NOTA DEL AUTOR: Este Halloween transcurre después de los eventos que siguieron a la Caída de la Barrera… Pero esa es otra historia en las Crónicas de la Orden de los Metaviajeros.

Sobre el autor

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Néstor E. Catalogna

Más de medio siglo como fan de la Fantasía, la Ciencia Ficción, el comic y sobre todo de LOS LIBROS. Primer Metaviajero, fabricante de varitas y creador de Universos.

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