Crónicas

Una Leona entre leopardos

Una pequeña aventura de la Leona Gris

Naomi Clayton inspiró profundamente y sus narinas se dilataron al percibir el aire familiar de su Nairobi natal.
Con toda la locura de los últimos meses y la misión que tenían por delante en la misteriosa isla del Atlántico central agradecía aquella oportunidad de hacer una breve visita a su hogar, donde no había estado desde que aceptara unirse a la Orden.
Su hermano James la esperaba a la salida del área de recogida de equipajes. Un par de años mayor que ella, trabajaba junto a su padre en el negocio familiar, donde muchos le auguraban un próspero futuro.
–¡Vaya, la famosa heroína vuelve a casa! –rio el apuesto hombretón.
–No por mucho, no te preocupes demasiado… –replicó ella sonriente mientras se daban un abrazo.
La ayudó con su equipaje y fueron hacia el auto que los esperaba mientras él contaba las últimas novedades familiares, que no eran muchas. Siguieron charlando en el camino, mientras él conducía.
–¡Oh! Y en casa te esperan alrededor de tres o cuatro mil cartas de tus alumnos… Según mamá, no saben si extrañarte o jactarse de su maestra sea la Leona Gris, la temible guerrera.
–Cielos, no creo que tenga tiempo de leer y contestar tanta correspondencia. Pero espero ir a saludarlos a la escuela uno de estos días.
–¿Cuánto planeas quedarte?
–No más de una semana… Después debo encontrarme con los otros y embarcar en la flota enviada por la ONU.
–Bueno, realmente estás hecha una celebridad. Nunca soñé que te vería luchando contra esos bichos de película con lanza y escudo en mano…
–Las lanzas se ven bien, pero tenemos armas más efectivas cuando se trata de grandes combates. Y ni yo misma pensé que me iba a acostumbrar a manejarlas así.
–¿Y qué hay de esos… chemaiari? ¿Realmente son tan poderosos?
–Más de lo que imaginas. Y algunos son insoportables, además. Me temo que lo de “dioses” se les subió un poco a la cabeza. Pero también hemos encontrado a un par de tipos decentes y es muy bueno tenerlos de tu lado en una batalla como la de Nueva York. No sé que hubiéramos hecho sin su ayuda.
El festejo familiar siguió hasta bien entrada la noche. El matrimonio Clayton estaba feliz de ver a su hija –aunque todavía no entendieran muy bien cómo había terminado como una guerrera temible– y el resto de la familia quería a toda costa sacarse la selfie con “la famosa”, lo que fue un poco agotador para ella.

*          *          *

         Un par de días después Naomi fue efectivamente a visitar la escuela donde enseñaba hasta aquel viaje a Londres que cambió su vida y las de sus amigos.
Después de todo, debía cumplir con ciertos trámites formales y despedirse como correspondía de sus compañeros y alumnos. Estos, sobre todo, estaban fascinados con su presencia y competían por sus abrazos y besos. Hubo muchos pedidos de fotos y autógrafos, preguntas sobre sus aventuras y compañeros… Fue otra de esas jornadas “más extenuantes que pelear con cincuenta orcos” pero también una delicia que disfrutó profundamente.
El director, con quien había hablado el día antes, le había pedido que llevara su uniforme de Metaviajera y también que diera “una pequeña charla” sobre aquel nuevo mundo en el que todos estaban aprendiendo a vivir. Ella, consciente de que eso también era parte de la misión de la Orden, se prestó gustosa al evento.
Tras aquella improvisada presentación almorzó con sus colegas docentes, pasó un rato en el aula con su suplente y ex alumnos, firmó los documentos legales de su “licencia por tiempo indefinido” –resistiéndose un poco a considerarla “definitiva” aunque en su interior algo le decía que así sería– y finalmente emprendió el regreso como hacía antaño, caminando tranquilamente por las calles de su ciudad.
Para hacerlo con más tranquilidad había guardado su abrigo con cabeza de león y equipo en la mochila que llevaba a la espalda. Todavía debía encontrarse con un par de amigos que tampoco querían “desperdiciar la ocasión” y, como al resto de la Orden, no le gustaba “andar exhibiéndose” si no era necesario.
Cruzó a algunos transeúntes que se la quedaron mirando con cara de “¿es o no es?”, se detuvo cuando una familia la abordó emocionada para firmar un autógrafo y tomarse una selfie… Y cuando se disponía a continuar su camino su instinto de guerrera se disparó repentinamente: Había peligro cerca.
Se bajó la mochila de la espalda y comenzó a recorrer su entorno con la mirada aguda e intensa del cazador. No estaba en una calle concurrida, se había quedado sola… pero no, claro que no estaba sola.
–Te esperábamos, Leona Gris…
A aquella voz siguieron dos docenas de figuras que aparecieron desde varios huecos cercanos: un par de callejones y atrios en los que se formaban convenientes sombras… Eran hombres y mujeres vestidos de cualquier forma, pero todos tenían una prenda en común: Una piel de leopardo cuya cabeza les servía de casco.
–Y aquí vamos de nuevo… –murmuró ella mientras, con un ágil movimiento, sacaba su propio abrigo gris, se lo ponía y tomaba sus armas y escudo desplegable.
Ya se había enfrentado una vez al antiguo Culto del Leopardo: Antes de la Caída de la Barrera, cuando dos de ellos atacaron a su grupo de amigos. Tras lo que habían vivido los Metaviajeros no dudaba que el blanco era ella.
–Tuviste suerte una vez –siguió el que parecía el cabecilla–. Pero ahora la magia es fuerte y nadie escapa dos veces de nosotros.
–Sí… –desplegó una de sus lanzas colapsables y el escudo– Y, por desgracia para ustedes, yo también soy mucho más fuerte. ¿Realmente quieren hacer esto?
Seis de los atacantes pronunciaron una palabra mágica, transformándose de inmediato en grandes leopardos que saltaron sobre ella. Sin arredrarse, Naomi los esperó a pie firme: Rechazó a uno con el escudo, ensartó a otro en su lanza y esquivó al resto mientras sacaba la pistola Sig Sauer de su cintura.
Varios hombres-leopardo más saltaron sobre ella, que los recibió a tiro limpio diezmando a la mitad de sus atacantes antes de quedarse sin balas. Después, sin tiempo para recargar, sacó el gran machete y los enfrentó uno por uno, siempre apoyándose en la pared para asegurarse de que no la rodearan.
El combate duró apenas unos quince minutos y, como cualquiera hubiera podido predecir, fueron los del Culto del Leopardo los que se llevaron la peor parte: Después de su entrenamiento y todas las aventuras que habían tenido Naomi no iba a echarse atrás por una veintena de fanáticos. La Metaviajera, sin embargo, se contuvo lo suficiente como para no hacer una masacre.
El último sobreviviente fue, como era de esperarse, el jefe del ataque, que se había quedado atrás mientras arengaba a sus seguidores. Al ver que estos iban cayendo uno tras otro y escuchar que se acercaban sirenas policiales su actitud tampoco fue una sorpresa: Intentó escabullirse.
Naomi lo advirtió mientras abría en canal a otro leopardo que cayó y se transformó en una mujer que intentaba sujetarse el herido estómago. La llegada de varios patrulleros hizo dudar a los tres o cuatro atacantes que quedaban lo suficiente como para que ella tuviera tiempo de recargar la pistola y derribarlos a tiros.
Después saltó ágilmente entre los caídos y se lanzó tras el cabecilla, alcanzándolo de un balazo en la pierna antes de que se metiera en un sórdido callejón.
El herido quedó tirado, agarrándose el miembro herido. La Leona le arrancó la piel de leopardo ceremonial y lo tomó del cuello.
–Ahora, basura, mejor que hables… ¿Quién los envió?
–El Oscuro que acecha en la noche –respondió el cautivo, tratando de burlarse aún en su situación–. No lo verán cuando salte sobre sus cuellos y se harte con sus entrañas.
Naomi lo arrojó sin contemplaciones contra el piso mientras los policías se acercaban, reprimiendo una maldición.
–¿Es usted una de los Metaviajeros? –Preguntó el oficial, asombrado.
–Sí. Mi nombre es Naomi Clayton. Y, como agente delegada de las Naciones Unidas, le pido que arreste a este hombre y sus secuaces. Asegúrense de confiscar todas sus pieles, son parte del conjuro que usan para transformarse en fieras.
–Varios de mis superiores temían que su culto hubiera resurgido y esto lo confirma… –suspiró el policía– Sería un honor contar con su ayuda en este caso.
–Para mí también, oficial, pero se supone que disfruto de un par de días de descanso antes de nuestra misión con la ONU. De momento tendrán que conformarse con estos… A menos que algún otro tenga la brillante idea de intentar atacarme de nuevo, claro.
–Y tendrían que estar muy locos después de esto… Lo comprendo. Tendrá que firmar una declaración, pero no debe ser de inmediato. ¿Necesita asistencia medica?
–Fueron solo un par de rasguños, pero me haré revisar –Se encogió de hombros con una sonrisa –. El Sanador no me perdonaría el descuido. Muchas gracias.
–A usted, señorita. ¡Diablos, qué pelea! Veo que su fama no es en balde…
–Nos defendemos, oficial… Solo nos defendemos.
–¿Contra más de veinte leopardos?
Ella sonrió a su pesar. Como decía Eduardo, a veces había que “aprovechar la fama para hacer que los otros lo pensaran mejor”.
–Por muy leopardos que sean… No debieron meterse con la Leona Gris.

Sobre el autor

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Néstor E. Catalogna

Más de medio siglo como fan de la Fantasía, la Ciencia Ficción, el comic y sobre todo de LOS LIBROS. Primer Metaviajero, fabricante de varitas y creador de Universos.

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